viernes, 25 de febrero de 2011

El nacimiento de Helena

 El 24 de diciembre nació Helena. Faltando cinco minutos para el mediodía, nació Helena. Habíamos llegado ese viernes al Hospital San Ignacio por indicación de la ginecóloga, quien en el control de rutina del miércoles anterior, en un examen que llaman “monitoreo”, había encontrado que Paula parecía tener ya contracciones, conque nos pidió que fuéramos el viernes por la mañana para poder hacer el seguimiento correspondiente. Y nos lo había advertido. Que si el viernes veía que Paula estaba teniendo contracciones, que entonces habría que hacer la cesárea pues, dado que la señorita Helena nunca se puso de cabeza en el útero, sino que se quedó sentadita la china, un parto normal estaba totalmente descartado. Así pues, ese miércoles nos devolvimos a Chía emocionadísimos, pues era posible que Helena naciera dos días más tarde y cuatro semanas antes de lo previsto. Había muchas cosas que preparar. El mundo de ropa nueva había que lavarla, no fuera que a Helena le hiciera daño algún químico. La cuna todavía no estaba arreglada, ni estaba listo, en realidad, nada: aunque nos habían dado mil regalos, nosotros no habíamos comprado nada todavía ni, de hecho, sabíamos qué teníamos y qué necesitábamos. Así las cosas, el jueves se fue en un suspiro. Y casi no dormimos de jueves a viernes pues, aunque la juzgábamos más bien remota, existía la posibilidad de que, naciendo Helena al día siguiente, nosotros nos volviéramos primíparos. Y se llegó el viernes. Y fuimos Paula y yo al San Ignacio a las 8 de la mañana. Y una hora después ya se sabía que Paula sí estaba en trabajo de parto, luego habría que hacer cesárea, luego nacería Helena. Y una hora más tarde Paula y yo ya nos habíamos despedido, y estaba ella en cirugía y yo, en una sala de espera. 

Para mí fue una sorpresa cuando me dijeron que estaba teniendo ya contracciones y al principio, el miércoles, no creí para nada posible que Helena fuera a nacer el viernes. Sin embargo, el viernes, como entre 9 y 10, me empezaron a preparar para la cirugía. Como no había comido nada ese día, me operarían cuando desocuparan el quirófano. La preparación incluía ponerme el suero y hablar con la anestesista, con la que acordamos usar anestesia epidural. Llegó el gran momento: me pasaron a cirugía y me pusieron la anestesia que, en mi humilde opinión, fue poca, supongo que para no afectar a Helena, pues me dolió bastante cuando me sacaron a Helena. También me pareció que le costó trabajo sacarla a la ginecóloga. Sacaron a la bella Helena y me la mostraron por encima del parapeto unos segundos. Como soy tan miope tendrían que habérmela puesto en la nariz para que viera algo. Después de eso, como me dolía tanto y me quejé, me pusieron algo y, aunque estaba despierta, ya no supe más, pero ya no me dolió más. Oía a lo lejos llorar a Helena, pero yo ya no era consciente de nada. Finalmente me cerraron y me pasaron al posoperatorio. Allí, cuando pude mover las piernas, me llevaron a la bella Helena y ahí sí la conocí.

Como era de esperar con el nacimiento de Helena este blog llega a su fin. Como cierre queda este video de la bella Helena.


No hay comentarios:

Publicar un comentario